
«La revuelta necesita de todo: diarios y libros, armas y explosivos, reflexiones y blasfemias, venenos, puñales e incendios. El único problema interesante es cómo mezclarlos».
Ai ferri corti.
Nuestra historicidad —la tradición de lxs vencidxs— nos enseña: los senderos de la anarquía son múltiples. El viejo individualismo anárquico nos mostró que la voluntad no exige nada del «otro», sino que vuelve cuerpo la coherencia entre medios y fines. Por su lado, proyectos comunales pusieron en marcha formas de una vida otra. Y así, una multiplicidad de experiencias que hoy relampaguean.
Pero nada más difícil que escuchar los estruendos si no estamos dispuestos más que a escuchar cantos de sirena. El hiperactivismo, la lengua hipertrófica de la vanidad, el caudillaje, no son más que el símbolo de una época pavoneándose frente al espejo —sólo con oidos para escucharse así mismo. Narrativas hiperbólicas de osadías espectaculares hoy solo esconden el vaciamiento de nuestras prácticas reales, solo nos caricaturiza y nos vuelve dóciles frente todo lo que pretendemos destruir. La voluntad anárquica nos es inapropiable. Es un juego de intensidades que no reconoce sustantivos propios. Recordemos: encerrar la A dentro de un círculo no hace más que llevarla a su clausura y subsumir el símbolo a la ley de las equivalencias.
La potencia negadora se reafirma como forma-de-vida en nombre de aquello que solo nos exige, como ética o como don, el desfondamiento de lo existente; la destrucción radical de las relaciones de mando-obediencia y la lógica del valor.
El movimiento de agrupación y digresión nos es imperioso. Quizás es hora de revolver la «sopa de nigredo» de un mundo y un «movimiento» en descomposición. Quizá sea momento que de la degradación de los «ismos» acontezca la anarquía. Empuñar la herejía como gesto de libre elección y negación del dogma. Crear y recrear lugares hairetikós y a destiempo para la conjuración de lo secreto. Montar no-lugares: nuestros propios laboratorios de experimentación y mezcla —«diarios y libros, armas y explosivos, reflexiones y blasfemias, venenos, puñales e incendios»—, para hacer y pensar un habitar otro.