Gabriela Zerpa B.

Si se preguntan por cómo amó Anacaona, piensen en cómo odió. A sabiendas de la traición que se esconde en cada brindis, con la desmesura de su arrojo encontró venganza. Anacaona dio cumplimiento a la sublevación oracular de brazos que fueron apresados al estirarse para recibir los regalos de una voluntad apócrifa. En los parámetros de la guerra en curso, preferible es abandonar el barco para que se hunda, no para salvarlo. Morir, no perdonar. Odiar para amar. Ya Medea nos advertía del pesar que recae sobre la mortalidad cuando es amada: “¡Ay, ay, qué gran mal son los amores para los mortales!” (vv. 330. Eurípides, Medea). He aquí ecos de viejas amigas de la Parca que gatillan la mirada turbada de frente al sol.
Una vez más, el perpetuo retorno originario del dominio sanguífero. El silencio de Kassandra (maldita por Apolo con el don de la profecía) resuena en la obra de Ana Mendieta llamada Blood Writing; la performance en la que encarnó su destino tras ser asesinada por quién decía amarla. La exhalación vital atrofiada por la peste perniciosa del rendimiento hedonista. Sí, mismo vicio que perpetúa la decadencia de occidente: la necesidad de totalidad, de asimilación. Mismo cálculo que devora y reproduce la metafísica dogmática que restaura de manera respetuosa los fundamentos que pretende cuestionar. Pasiones subyugadas como moneda de cambio por la incapacidad de ver lo que mira.

Aquí, en con-versación con Mendieta, She got devoured revela el sacrificio que se esconde bajo el rojo carmesí de cupido. En el tránsito del ‘qué’ (love) al ‘cómo’ (devoured) se revela la cosificación del otrx como mercancía, esto es un otrx consumible, devorable. El erotismo ha sido profanado: solo se puede consumir el cuerpo de un otrx despojado de su alteridad. No-hay-nada-qué-pensar. Fácil, liviano, convenible, útil, ligero, fácil, sencillo, claro, dulce, seguro, tierno, práctico, sin-dramas, sin puerto ni rumbo, tranqui, fácil: la diferencia aplanada para convertirse en objeto de consumo. Libre de la herida, del asalto o de la caída. La utopía de la voracidad carroñera del like. Lo sublime reducido a la masturbación aprobatoria del yo. Hoy, el narcisista-depresivo deambula persiguiendo su propio rastro hasta ahogarse en el aburrimiento de sí mismo.
El eco estruendoso de pechos vacíos resuena por doquier. Un presente despilfarrado a mansalva por miedo a ensuciarse con el barro de la historia. Preferibles son los fantasmas cuando bicéfalos planean la sedición a la medida de sus fracasos. Se ha infiltrado aquel viejo vicio llamado can’t. Perdidos en el siglo, instauran la era de la voluntad victimizada. Por suerte, en el infierno de lo igual, lxs parias somos apocalípticos.




